Coge algo cotidiano. Preferiblemente en el ordenador, aunque si consigo explicarme bien, cualquier cacharro que pilles por casa valdrá. Supongamos que te quedas con el navegador que estás usando ahora mismo. Tómate un minuto y busca algo que no te hayas parado a mirar nunca antes. Algo tan cotidiano que hasta hoy no te habías parado a pensar que fuese un “algo” que poder tener en cuenta. ¿Demasiado difícil? Te echo una mano. Mira a las pestañas de este navegador.

Screen Shot 2015-07-16 at 13.38.47

Esas pestañas las ha diseñado alguien. Diseñarse se diseñan muchas cosas, pero en este caso hablamos de la interfaz de un programa. De este mismo que estás usando. Así que la próxima vez que te preguntes qué hace un diseñador de interfaz (lo sé, no puedes dormir por las noches por esto ¿verdad?) piensa que seguramente sea algo así:

  1. El director de proyecto se acerca al diseñador y le dice “Al final vamos a tener pestañas” — bien, hasta ahí todo controlado, la pesadilla viene después — “queremos ver algunas opciones.
  2. Venga que sí se puede. El diseñador abre varios navegadores para ver cómo lo están haciendo otros. Abre no solo navegadores sino todo programa que pueda tener algo que recuerde a una pestaña: Excel, Photoshop, y ese programa tan raro que usan los de Marketing, a ése también le echa un ojo. Seguramente navegue por alguna de sus páginas preferidas de diseño para seguir al día de las últimas tendencias.
  3. Después de uno o dos días tomando notas, mirando aquí y allá, llega el momento de “ponerse a trabajar.» No, eso no lo dice él porque él sabe de sobra el tiempo que le lleva dedicando a esto antes de dibujar una sola línea, pero sus compañeros de trabajo tienen el valor de hablar así. Prepara tres o cuatro variantes de pestañas. Del derecho y del revés, prueba cómo sería la pestaña activa, cómo sería una pestaña más grande, más pequeña. ¿Qué tal quedan si las hago rectangulares? ¿Con un poco de ángulo? ¿Todavía más ángulo? ¿Redondeo las esquinas?
  4. De aquí hay una clara ganadora. El diseñador ya empieza a visualizar lo bien que va a quedar cuando la integren en el producto. Empieza a encariñarse con ella. Qué digo encariñarse, empieza a creer que su idea es la mejor.
  5. Pero le pidieron opciones, así que se presenta con unas cuantas en una reunión a la que asiste el director de proyecto, el de ventas, uno de los programadores que lo tendrá que implementar y uno de los jefazos de la empresa, que no participa habitualmente del proyecto, pero el tema le interesa y cree que tiene cosas buenas que aportar. El diseñador va preparado, cargado de razones lo más objetivas posibles de por qué su diseño favorito es el mejor y se debería implementar. Todo el mundo tiene peros, pero… ¿Tiene “peros” el de ventas sobre el impacto en las ventas de cada diseño? No ¿Tiene el programador “peros” sobre lo difícil que será implementar cada uno de los diseños? No ¿Tiene “peros” el jefazo sobre lo que casa cada diseño con la cultura de empresa, los beneficios del trimestre o la zarandaja de turno que se le haya metido en la cabeza? No, para nada. Todos saben de diseño. Están al día de las últimas tendencias y no dudarán en sacar su iPhone para demostrarlo. Poco a poco el diseñador se va dando cuenta de que su idea no va a salir. Va tomando notas y tratando de conducir la discusión hacia algo razonable. Ya tenemos diseño para la pestaña.
  6. El diseñador sigue creyendo en su diseño. No es que le haya cogido cariño, es que sabe que era lo mejor para el programa y le han cortado las alas. Esto le cuesta mucha frustración, tres cabreos, algún que otro Tuit irónico pero completamente críptico para sus amigos de toda la vida y en general mucha desilusión. Resumiendo: se siente derrotado.
  7. Pero las cosas son así y hay que tirar hacia adelante, así que vuelve al día siguiente a trabajar muy duro en que los diseños aprobados queden correctamente implementados en el producto.

Y toda esta montaña rusa emocional pese a que están diseñando algo que llevas usando años y seguramente hoy haya sido la primera vez que te paras un segundo para mirarlo con detenimiento.

Sí. Sí. Llevo más años que tú pensando en esto mismo. Créeme.

P.D.: Tampoco sería raro que un tiempo después la competencia rediseñe sus pestañas, tire por el camino que tanto le gustaba a nuestro diseñador y mientras éste está ahí, mirando lo que han hecho y rumiando un poco de su frustración, le llegue por detrás el director de proyecto, o algún otro de aquella fatídica reunión y le diga algo en plan:

“¿Has visto las pestañas que le han metido al Safari? Qué cabrones estos de Apple. ¡Se las saben todas!”

Dejar un comentario

Deja un comentario