— ¿Iba en serio lo del otro día?
— No. — Espera, ¿a qué te refieres?
— A lo de los 5 minutos esos
— Probablemente no.
— Cómo que probablemente… ¿Hiciste de verdad lo de poner el cronómetro y darle a publicar en cuanto llegase a cero?
— Pfff ¡no! Tenía una mierda de texto y quería darle salida. Fue la primera patraña que se me ocurrió.
— Pero todo el texto iba sobre los cinco minutos.
— Una excusa, ya te digo.
— Pero, vamos a ver. Entonces no es la excusa. Tenías esta idea de escribir hasta que te diga el cronómetro, pero eso era pura fantasía. Entiendo que no había ni reloj, ni tardaste cinco minutos cuarenta y siete segundos en escribirlo. A lo mejor te tiraste ahí un rato revisando y corrigiendo.
— ¿A que si lo explicas pierde la gracia?
— Gracia, gracia… tan fino no te quedó.
— Ni éste tampoco. Nadie te obliga a leerme.
— ¿Cómo que éste?
— Este texto.
— ¿Qué texto?